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Winter Solstice at Stonehenge. CC Cristopher_Hawkins
El día de Navidad está a la vuelta de la esquina, pero el auténtico motivo de que estemos en fiestas y que no sea un fenómeno exclusivamente religioso lo tenemos en el día de hoy. Hoy es el solsticio de invierno, empieza el sol nuevo. La lenta muerte de la naturaleza, de la que ya os hablamos en otoño, ha sido completada. Este momento es un renacimiento que llegará a su culminación en primavera. A partir de ahora, cada vez los días serán más largos.
Es el momento de la alegría en familia, del culto a la abundancia. La paga extra, los regalos y todo lo demás no han sido inventos que han surgido de la nada al servicio único del consumismo desenfrenado de nuestros días. Los signos de este antiguo culto – la iluminación, el fuego, las comidas familiares, el árbol en sus múltiples formas, sea de procedencia escandinava o local, como el humilde tió – vienen de antiguo. Rastros de las tradiciones romanas, preindoeuropeas e incluso del antiguo Egipto, entre otras muchas, se pueden encontrar en cada rito, en cada festejo y hasta en el pesebre.
El sol como fuente de vida, la abundancia no como exceso sino como el deseo de vivir bien , la alegría del encuentro familiar y la humildad frente a la climatología adversa, la esperanza de una nueva primavera… visto así, llevamos celebrando la Navidad mucho más de 2.000 años. Celebramos un vínculo con el ciclo de la Naturaleza, un ritual que se pierde en lo más remoto de los tiempos.