Comercios centenarios
Tempus fugit, pero las piedras permanecen. Al menos, a escala histórica, porque a escala geológica todo se diluye en un cambio constante, ni las montañas lo resisten. A nuestra minúscula y brevísima escala humana, cien años son muchos. En cien años discurren varias generaciones, cambian la ropa, los peinados, los hábitos y hasta la manera de hablar. Cien años suele ser el umbral máximo hasta el que una persona corriente puede retroceder reconstruyendo la historia familiar. Más allá, la archivística y la imaginación rellenan huecos hasta que el rastro se pierde.
A no ser que vivas en una urbanización de construcción reciente, un paseo por el pueblo o la ciudad te recordará todo lo que fue antes que tú y serás consciente de todas las manos que tocaron aquel pomo, las bocas que saciaron su sed en aquella fuente, los pies que desgastaron aquellos peldaños. Rastros invisibles de otras vidas. Es posible incluso que en tu paseo te encuentres con un establecimiento centenario. Entrarás y tras el mostrador verás al bisnieto del fundador y, a su espalda, una fotografía sepia. Un hombre con mostacho y delantal, dos mujeres con falda hasta los pies, un niño con las rodillas peladas, la misma fachada, la misma puerta que acabas de atravesar. Casa fundada en 1886. Si hablas con el dueño te explicará su infancia entre las cajas del almacén, los relatos del abuelo acerca de cómo el bisabuelo inició el negocio, las historias de cuando su madre quedó al cargo porque el padre estaba en la guerra, y de cuando les concedieron cierta distinción, y del día que unos turistas entraron guía en mano para ver los mosaicos del suelo. Te hablará de la crisis, del futuro, de su hija, de sus nietos. Te hablará de su oficio, y de cómo ha cambiado todo, no importa si es farmacéutico, charcutero, panadero o sastre.
Y cuando salgas y sigas paseando por delante de outlets, franquicias, bazares y tiendas de telefonía, te reconfortará que existan esas anclas de larga cadena que nos unen al pasado y nos recuerdan de dónde venimos.
Todo esto para decir que me gustan los viejos comercios. Me hacen sentir bien.
Foto de Meisi
Foto de Jackie Rueda
Foto de Idniama
Foto de No sabemos como llamarnos
Comparto esa devoción por esos espacios que son capaces de transportarte a otra época. Las fotos como siempre, una delicia.
Slds
Me encantan esas tiendas con sabor de antiguo… Todas las fotos son preciosas, pero tengo especial debilidad por la de Meisi, por el filtro retro que le ha puesto yporque paso a menudo por delante de ella y siempre me siento como una niña al ver esos pasteles. Mmm!
Un beso!
Quina delícia de fotos i quin text més preciós. Felicitats Elena!
A mi també m’encanten aquest tipus de botigues o potser hauria de dir que “aborreixo” les franquícies, magatzems i grans centres comercials.
preciós TOT!!!
Meisi que preciosidad de texto. Es un placer leerte. Las fotos estupendas y la necesidad de apreciar el esfuerzo generacional de los comerciantes frente a la invasión de las cadenas y franquicias. Enhorabuena.
El texto es de Elena Ferro, y una de las fotos de Meisi :))
Bonito texto Elena y preciosa selección de imágenes.
Con vuestro permiso, mi aportación:
http://devericuetos.blogcindario.com/2011/12/00990-la-tarde-malaguena.html
Besotes!!!
Precioso relato, mejor que las fotografías, que ya lo son
Hola Fideua, no soy Meisi, Meisi se llama Elena Ferrer y yo Elena Ferro. Siempre nos confunden. Ella es diseñadora y fotógrafa, y yo no. La primera foto es suya, el texto es mio.
Me ha parecido precioso vuestro post. A parte de los monumentos, museos y demás, lo que da vida y personalidad a las ciudades y pueblos, son sus comercios, hay verdaderas maravillas, que ojalá no se pierdan nunca, aunque ahora, corren tiempos muy difíciles y hay que seguir reinventándose. Mucho ánimo!!!!
Me han parecido preciosas las fotografías, y desde luego invitan a entrar y descubrir….
Perdona por haberte confundido Elena. Enhorabuena por tu trabajo. Un saludo
Autenticitat en estar pur! Sovint reflexiono sobre el tema i penso que tots aquests tresors desapareixeran, una llàstima.El més curiós és que hi ha una tendència a obrir negocis amb caràcter propi i reminicències del passat..
Me encantan las tiendas antiguas. Yo vivo en el barrio de Gracia de Barcelona y estaba lleno de tiendas pequeñas, talleres de toda la vida donde encontrabas cosas únicas y maravillosas. Con la crisis han tenido que cerrar muchas de estas tiendas. Algunas aún aguantan, pero son poquitas. Es una pena!
Precioso post. Una tienda que me encanta es de productos químicos, en Madrid: Manuel Riesgo. He encontrado un post sobre ella, lleno de fotos de sus estantes/cajitas: http://revisioninterior.blogspot.com/2012/01/manuel-riesgo.html
Un texto precioso y entrañable. En la era del plástico y el neón, estos establecimientos son una verdadera joya. Lástima que no sepamos mimarlos como merecen.
Que hermosas palabras, mientras las leía retrocedí al pueblo de donde vengo (ahora vivo en la capital de Chile), con sus tienditas y la infinidad de cosas que hacían soñar, los clásicos frascos de vidrio llenos de dulces, la sastrería en donde mi abuelo hiba y todas esas tiendas…. cariños mil.
Me encantaaaaaa, me ha encantado este post! Ideal!
Y esa pastelería de tu foto… por favor!!!!!!!!!!!!! es una delicia!!!!!!!!!!!!!!
¡Ohhh! Qué ilusión me ha hecho verme en uno se vuestros “artículos”. Casi me muero de la alegría.
Besos
He ” heredado” una de las pocas mercerias , tienda de lanas , venta de botones etc …. está abierta desde el año 1966. Las clientas actuales ya son de la tercera generación y entran encantadas a buscar ese trato personalizado que no encuentran en los grandes almacenes y me piden que, por favor, no la reforme porque perderia su encanto.La tienda está en Manises ( Valencia).
Me encantan!!! Conozco esa tienda de Navidad de la foto de Jackie Rueda, está en Montreal, al lado de Notre Dame de Montreal. Es chulísima!!!
Son entrañables, pero a mí me dan mucha nostalgia y mucha pena. Cada vez quedan menos…
Precioso texto, preciosas fotos, y verdades como puños. Que pena da cuando se ve un cartel de “se alquila” donde antes habia una tienda/un bar familiar…
Me emocionó. Y me ha llevado a la siguiente conexión mental: Hace un año en Marruecos, me decía un señor de mediana edad que los centros comerciales y las nuevas construcciones en su país son ‘el progreso’… por aquí se debió pensar igual hace unas décadas, así que se podría decir que ‘ese progreso’ mató el pequeño comercio con grandes historias.